Soy Tacuareè. Hermosa como cien orquídeas, muy dulce y compañera.
Me enamoré de un guerrero de otra tribu y decidí casarme con él.
Un día nuestra tribu fue atacada por un enemigo sin nombre .
Mi padre salió desesperadamente a buscarme pero cuando llegó no encontró nada, por eso siempre a partir de ese momento apoyaba su oreja en la tierra para ver si escuchaba nuestros pasos.El tiempo pasò y cayó rendido porque ya no tenía las fuerzas para seguir.
Cuando lo encontraron estaba muerto y su oreja se había pegado a la tierra. Allí nació un árbol llamado Timbò o Cambà nambì , con frutos que tienen forma de oreja.
S.C.
SOY SAGUAÀ
Mi nombre es Saguaà,un cacique muy valiente y de una tribu guaraní.
Un día mi hija Tacuareè se enamoró de un guerrero de otra tribu y la tuve que dejar ir.
Una noche soñé que la tierra de mi hija estaba siendo atacada por personas de otros lugares.Empecé un viaje por la selva para encontrarla. Ponía mi oreja en el suelo para escuchar sus pasos.
Pasaron muchos días y hasta meses.Mi oreja se quedó pegada al suelo y me salieron raíces.
Así soy hoy, un árbol, el Timbó o mejor dicho "Oreja Negra"
Después de leer la leyenda, los alumnos debieron personificar a la misma, es decir, convertirse en la leyenda misma y expresarse en primera persona.
Soy la leyenda del Timbò.
Mis personajes son Tacuareè, una joven hermosa como mil rosas,y un valiente cacique llamado Saguaà, muy orgulloso de su hija.
Cuento el origen del Timbò, una planta de frutos en forma de oreja. Mi historia es sobre Saguaà y la búsqueda de su hija en la selva.Termino con la muerte del cacique con la oreja arraigada al suelo.
Me parezco al mito de Eco y Narciso, que también explica el origen de otra planta.
Quisiera ser...¡ Película! para salir en el cine y en la tele.
D.M
Leyenda del Timbó
Árbol que simboliza el amor paternal, llamado también Cambá Nanbi ( oreja negra ) por los guaraníes.
Cuenta la leyenda que un famoso cacique guaraní llamado Saguáa adoraba a su hija Tacuareé.
Esta se enamora de un cacique de una tribu lejana y abandona a su padre, quien desesperado sale a buscarla.
En su busqueda afronta peligros y en su desesperacíon cree escuchar sus pasos en la selva, por lo que apoya frecuentemente el oído sobre la tierra. Ya al límite de sus fuerzas, cae rendido por la fiebre y muere con el oído pegado a la tierra.
Cuando tiempo después los hombres de la tribu lo encuentran, descubren que su oreja está unida a la tierra, por lo que debieron cortarla para rescatar el cuerpo. La oreja había echado raíces y dio origen al árbol Timbó o Cambá Nanbi, característico por sus frutos en forma de oreja.
La diosa de los siete colores, Iris, vivía entre el cielo y la tierra, alternaba su vida entre esos lugares. Un día, por divertirse con las flores, mientras regalaba sus colores se olvidó de volver al cielo. El Dios del Sol, enojado porque ella estaba mas tiempo en la tierra, le ordenó a las estrellas que no salgan esa noche y decidió que nunca más la dejaría entrar a su reino. Enterada de la noticia, ella le pidió ayuda al Dios del agua. Éste para ayudarla, se evaporó y en pequeñas gotas se fue elevando al cielo. El Sol al verlo llegar lo iluminó. En ese instante, Iris, sintió que desaparecía poco a poco. Al ver esto, los dos dioses se unieron para intentar salvarla y fue allí cuando apareció un arco de siete colores uniendo al Cielo con la Tierra.
Hace mucho tiempo existió un Dios del agua llamado Hidro y una Diosa de la tierra llamada Naturel. Ella usaba un vestido verde con flores blancas, largo con muchas cintas. El poseía una cabellera muy hermosa, de color azul marino. Ambos se encontraban a orillas del río porque estaban muy enamorados. El Dios del hielo, padre de Hidro y su hijo el Dios del fuego, querían impedir el amor de estos jóvenes, por eso orgnizaron un plan para separarlos: congelarían lentamente a Hidro para debilitarlo y quemarían a Naturel. Naturel al darse cuenta que iban a morir comenzó a tirar tiras de su vestido para que queden unidos a su amor. Naturel e Hidro quedaron entrelazados para siempre y de sus manos nació una flor. Así fue como en el lugar en donde se reunían los enamorados nació esa planta a la que se conoce con el nombre de Lazos de amor en honor a ellos.
Escultura realizada por alumnos de 6º A Turno Mañana.
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
También hay una canción...
Anahí...
las arpas dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.
Defendiendo altiva tu indómita tribu fuiste prisionera
Condenada a muerte, ya estaba tu cuerpo envuelto en la hoguera
y en tanto las llamas lo estaban quemando
en roja corola se fue transformando...
La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada
miro tu martirio hecho ceibo en flor.
Anahí, las arpas, dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.